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El dedo en la Torta.



Era un caluroso y pegostioso viernes del segundo semestre de la universidad cuando ocurrió la siguiente aventura. Que por sugerencia del Poll (quien no quiere que le diga Poll en mis post del blog, cada de me refiera a su persona le diré puto, crilin, la parkita, etc. él sabrá cuando escriba algo sobre su divertida persona).
En fin, retomando. Los veranos en León son terribles y si a eso le agregamos el ir cinco cabrones en un carro compacto a las tres de la tarde por el bulevar Las Torres varados en un mar de carros, eso da como, uno de tantos posibles resultados, un olor a hombre muy cabrón y una gran resequedad de boca.
Acabábamos de salir de clases, tanto sol en la cabeza nos había apendejado bien machin, yo me tenía que regresar a mi pueblo, entre otras cosas, porque ya no acabalaba un día más de gastos en León, pero antes de hacer el tedioso peregrinar de cada 8 días hacia mi familia, El Lenchito, wero, dormilon, creo q el parner, el Meza y por el momento no recuerdo quien más (pero éramos pura salchicha) decidimos ir por una cheves y una torta de carnitas para chingarnola en mi departamento. En aquel entonces ya me había arejuntado con mi gorda, una pinche loca chichona que me dio asilo en su departamento y que a la larga se convirtio en un muy buen amigo mío, nuestro amaciato duro un año y medio. En contra a todas las predicciones hechas por casi todas la personas.
Bueno, llegamos después de un accidentado recorrido, lleno de semáforos, Sol, carros stresados y un chingo de weyes y demás personas que ocupan los cruceros como su lugar y fuente laboral.

El wero estacionó el seat en frente del Beat, al lado del antro está un puesto de tacos, tortas y carnitas por kilo, la neta no recuerdo bien el nombre, pero digámosle "Carnitas el Gran Marrano."
El dueño del chante, que también fungía como el taquero, el mero perron, tenía precisamente todo el look del prototipo de taqueresco. Era un cabronsote retegrandote, peludote, peludote, con una camisa a cuadros abierta hasta el ombligo dejando ver todo el peluche que le nacía en el pecho panza y así, le cubría toda su sudorosa humanidad. La frente la tenia retebrillosa de tanta manteca y el boca se la cubría, naturalmente, con un gran mostacho. Su hablar era golpeado, fuerte y rete arrancherado. Su dedo anular lo rodeaba un chingao anillote bien ancho con un rubí en la parte frontal. Una cadena de oro casi no se le veía, apenas se le asomaba entre tanto pinche pelo. Nos tomo la orden, la neta no recuerdo si esa vez eran dos o tres carros los del convoy de la tropa riata, entonces si eran un chingo de bolillos los que tenía que rellenar de pura carne de cerdo.
El don pos pa no sentirse como un chango observado mientras laboraba, que nos empieza a sacar plática. -¿De donde son muchachos? el pengy de volada contesto con su hilito de voz ¿Semos estudiantes? y el otro pinche ranchero taquero con su cara de guatafock volvió a repetir la pregunta. - Si, bueno pero...¿ De donde son? y el pengy nuevamente con su cara de "Bueno pendejo que no entendió" que semos estudiantes. A lo que yo de volado intervine y le dije a Mister Gran Marrano, semos de estudiantilandia. El don ergio todo el cuello entreabrió los ojos y nos miro como diciendo "ya estuvo bueno de mamadas, ¿no?.
Hubo un ligero y corto silencio después de ese pequeño chascarrillo. Pero nunca quitamos los ojos de las tortas que estaban siendo preparadas, el señor, me imagino, se sintió observado nuevamente. De la nada alzo la cara y así nomás empezó a decir, sin dejar de mirarnos a los ojos(Escribiré lo más textual que me sea posible): "EL comerciante debe de estar en todo, y más cuando el cuchillo es su herramienta de trabajo, porque estas chingaderas están retefilosas que pa' que te cuento, nombre cállate los ojos, porque los cuchillos son muy nobles pero hay que saberlos utili... ¡Ayyyyy mi Dedo!!!!!!!!!
El pinche taquero había dejado media huella dactilar en una de las tortas. La risa fue espontánea, larga, burlona y espesa. El cabrón no tuvo mucho que hacer, le hablo a su ayudante y le pidió que terminara de hacer las tortas, el se presiono su dedo gordo con la palma de su otra mano y se fue del mostrador. Nosotros naturalmente nos cagamos de risa y no nos fuimos hasta que el estomago nos dolió de tanta carcajada de habíamos dejado en "El Gran Marrano" nos subimos a los carros y seguimos riéndonos de tan grande pendejada.

1 comentario:

  1. Jajaja, me dio mas risa lo del Poll, chida la historia, una de tantas historias de garnachas que siempre hay.

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